sábado, 29 de junio de 2019

EL SUEÑO SE HACE A MANO Y SIN PERMISO



Tengo una niña en casa que ya es una joven.  La crianza es un asunto que  se parece más a una causa social y política que a lo que nos presentan los medios

, la publicidad y el sistema nos indican rumbos que sólo conducen a continuar beneficiando a los poderosos adinerados mediante el consumo, la publicidad que termina enajenando desde muy temprana edad a los futuros adultos de los siglos y los siglos de por siempre y jamás.
Resulta que llegaban a la casa juguetes que se supone eran para la niña de la casa que no estaba interesada en lo absoluto por supuesto en peinar barbies, recuerdo que por aquellos años salieron al mercado unas muñecas llamadas “Bratz” que en lo personal me parecieron la representación de lo grotesco;  eran muñecas pintadas en exceso, con labios enormes, ojos gigantes, peinados voluminosos, zapatos de tacones altísimos… todo eso que por años se nos ha impuesto a las mujeres como requisito para … no sé para qué.
 Emilia tenía apenas 3 años y ya tenía dos bratz y como tres barbies que llegaron a casa sin invitación… las dejé entrar.   Respóndanme por favor un par de preguntas:  ¿Por qué las mamás creemos obligatorio aceptar todos los regalos que hacen a nuestros hijos pequeños?  ¿No creen que  la verdadera amabilidad consiste en respetar el ambiente en que el niño o la niña crecen?... en fin, no sé si me puedan contestar, es un asunto de protocolo social que es difícil de manejar.
Aquí es donde comienza la historia más maravillosa que se ha escrito en mi vida acerca de construir con mis propias manos aquellos seres con los que creo que todas las niñas y niños tienen contacto de manera natural desde sus primeros años y son quienes sostienen poderosamente la casa sagrada de la infancia, son los seres mágicos  quienes conducen amorosamente a todos los seres por cualquier camino que por muy peligroso o difícil que sea siempre llevan hacia el claro del bosque, acompañan en los sueños y son quienes ponen en contacto a los niños con el mundo natural, proveen de fuerza y ternura, alimentan la imaginación, vuelan, excavan, trepan, pulen, construyen, cocinan, hechizan, conjuran, se organizan, danzan, tienen sus propios rituales para hacer que se manifieste cualquier forma de vida.
En aquellos años conocí a una maestra titiritera que puso en mis manos un poco de alambre lana y otros elementos con los que construí las primeras hadas para la pequeña Emilia, fueron piezas únicas que duraban poco pues la técnica la fui perfeccionando mediante la observación del juego, aveces se caía la cabeza o se desgarraba la ropa, el estambre se aflojaba o se rompía alguna parte, pasaron meses y por fin quedó lista el hada irrompible capáz de aguantar incluso baños o idas a lo alto de los árboles…
Me gustó hacerlas, produje muchas y salí a la calle a venderlas, la necesidad en casa me exigió inventar la manera invocar a las hadas para traer pan, miel, semillas y toda clase de alimentos a la casa, cada fin de semana salía con una camada distinta y regresaba con una bolsa del mandado llena.
Han pasado 12 años y no sé cuántas hadas han nacido en esta casa, tienen ombligo, página lista para escribir su nombre y el cuento, tienen el poder de haber nacido del Amor infinito y la rebeldía.
“Imaginación a mano” es el nombre de este sueño construido a mano y sin permiso. De vez en cuando nacen mujeres pájaro, duendes, magos, sirenas o brujas.

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