Tengo una niña en casa que ya es una joven. La crianza es un asunto que se parece más a una causa social y política
que a lo que nos presentan los medios
, la publicidad y el sistema nos indican rumbos que sólo conducen a continuar beneficiando a los poderosos adinerados mediante el consumo, la publicidad que termina enajenando desde muy temprana edad a los futuros adultos de los siglos y los siglos de por siempre y jamás.
Resulta que llegaban a la casa juguetes que se supone eran
para la niña de la casa que no estaba interesada en lo absoluto por supuesto en
peinar barbies, recuerdo que por aquellos años salieron al mercado unas muñecas
llamadas “Bratz” que en lo personal me parecieron la representación de lo
grotesco; eran muñecas pintadas en
exceso, con labios enormes, ojos gigantes, peinados voluminosos, zapatos de
tacones altísimos… todo eso que por años se nos ha impuesto a las mujeres como
requisito para … no sé para qué.
Emilia tenía apenas 3
años y ya tenía dos bratz y como tres barbies que llegaron a casa sin
invitación… las dejé entrar. Respóndanme
por favor un par de preguntas: ¿Por qué
las mamás creemos obligatorio aceptar todos los regalos que hacen a nuestros
hijos pequeños? ¿No creen que la verdadera amabilidad consiste en respetar
el ambiente en que el niño o la niña crecen?... en fin, no sé si me puedan
contestar, es un asunto de protocolo social que es difícil de manejar.
Aquí es donde comienza la historia más maravillosa que se ha
escrito en mi vida acerca de construir con mis propias manos aquellos seres con
los que creo que todas las niñas y niños tienen contacto de manera natural
desde sus primeros años y son quienes sostienen poderosamente la casa sagrada
de la infancia, son los seres mágicos
quienes conducen amorosamente a todos los seres por cualquier camino que
por muy peligroso o difícil que sea siempre llevan hacia el claro del bosque,
acompañan en los sueños y son quienes ponen en contacto a los niños con el
mundo natural, proveen de fuerza y ternura, alimentan la imaginación, vuelan,
excavan, trepan, pulen, construyen, cocinan, hechizan, conjuran, se organizan,
danzan, tienen sus propios rituales para hacer que se manifieste cualquier
forma de vida.
En aquellos años conocí a una maestra titiritera que puso en
mis manos un poco de alambre lana y otros elementos con los que construí las
primeras hadas para la pequeña Emilia, fueron piezas únicas que duraban poco
pues la técnica la fui perfeccionando mediante la observación del juego, aveces
se caía la cabeza o se desgarraba la ropa, el estambre se aflojaba o se rompía
alguna parte, pasaron meses y por fin quedó lista el hada irrompible capáz de
aguantar incluso baños o idas a lo alto de los árboles…
Me gustó hacerlas, produje muchas y salí a la calle a
venderlas, la necesidad en casa me exigió inventar la manera invocar a las hadas
para traer pan, miel, semillas y toda clase de alimentos a la casa, cada fin de
semana salía con una camada distinta y regresaba con una bolsa del mandado
llena.
Han pasado 12 años y no sé cuántas hadas han nacido en esta
casa, tienen ombligo, página lista para escribir su nombre y el cuento, tienen
el poder de haber nacido del Amor infinito y la rebeldía.
“Imaginación a mano” es el nombre de este sueño construido a
mano y sin permiso. De vez en cuando nacen mujeres pájaro, duendes, magos,
sirenas o brujas.
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