domingo, 14 de julio de 2019

Laura estuvo aquí.

Laura estuvo aquí

Ella llegó a casa de pronto, inusual  atrevida, entrometida, neurótica, escandalosa, así era ella y así anunció su llegada...

 Laura cayó del cielo, disparada desde lo alto hasta la bugambilia del jardín... inolvidable su escándalo, probablemente sea que nació su historia y había que cacarearla a las cinco habitantes de aquel lugar. Es de resaltar que ninguna de las tres peludas cuyo instinto natural es la cacería de especies como Laura tuvo el mal gusto de ir a buscar en ella un sólo bocado, respetaron su café-rojizo plumaje y permanecieron espectantes y asombradas ante la llegada inesperada de una nueva integrante de la familia.
Para cuando llegamos la niña y yo, aquella escena era ya un "Había una vez":
Atorada entre las ramas y espinas de una bugambilia, rodeada de dos perras y una gata se encontraba una gallina de pescuezo feísimo, no podía ser otra:  Era Laura, la mismísima gallina escrita por Clarice.

Dadas las extrañas circunstancias de su llegada, existía la posibilidad de que se tratara de una caída accidental del techo de la casa vecina, situación que me hacía sospechosa de algún tipo de secuestro, sin embargo, al paso de los días descarté aquella posibilidad y con ello cualquier duda:  A Laura le dio un aventón en su nave Yest su amigo de Jupiter y punto, yo no soy ninguna ladrona de gallinas, ella llegó aquí y por lo tanto todo lo que tengo que hacer es ir por un kilo de maíz quebrado y buscarle un plato.

Laura no tardó mucho tiempo en encontrar qué hacer en aquel jardín en el que ella era la única gallina, Luis no la había acompañado y las posibilidades de entablar conversación con seres ladrantes, maullantes o parlantes parecían casi imposibles, pero como ya sabes Laura siempre inteligente y nada presumida se adaptó muy pronto, como era su costumbre comía compulsivamente incluyendo una que otra cochinada.
Ella, la más oronda de la casa pasaba el día luciendo su alegría sentada en el respaldo de una silla del jardín, silla que era de la niña que por más detalles olvidé decirte que les tenía mucho miedo a las gallinas y otras aves, desde un día en que a un avestruz se le ocurrió darle un beso y casi la tira.

Algo que no me explico del todo es ¿Por qué Laura si tenía miedo de que se le acercaran demasiado los humanos insistía en alcanzar a la niña?  La niña no soportaba que Laura la correteara por todo el jardín, recuerdo haber salido a toda velocidad una que otra vez que escuché gritar aterrada a mi niña... Muchas veces quisimos Laura y yo hacerle entender que las gallinas no comen niñas, pero que va Emilia, la niña de la casa prefería no arriesgarse y querer mucho a Laura guardando la distancia necesaria.

Laura nos amaba de modo un tanto confundido y  me refiero a las cosas que uno hace para demostrar su Amor, depende la especie de la que se trate el Amor ha de ser con babas, apretones, miradas, etc.  Por ejemplo los perros sienten tal euforia cuando llegan a casa sus humanos que salen corriendo a festejar la vuelta a casa.  Cada día que llegábamos a casa las dos perras corrían a recibirnos a la niña y a mi y tras ellas Laura, moviendo también las plumas de su cola... un día Cachi Chow el gato no se quiso quedar atrás y se unió a la caravana de bienvenida.

Pero un día sucedió algo terrible, resulta que me encontraba tendiendo ropa al sol cuando de pronto vi que Laura estaba tirada en la tierra y las tres peludas  rodeaban su cuerpo, ¿sabes qué? pensé lo peor y me acerqué muy despacio... Laura, tenía los ojos abiertos, movía un poco la cabeza pero su cuerpo estaba inmóvil.  Corrí de inmediato por una cobijita, la cargué y la llevé a mi vecina Verónica que además de hacer las tortillas más ricas del mundo se sabía muchos remedios para aliviar a las gallinas.  La niña me acompañó, lloraba porque aunque Laura la persiguiera y esto la asustara ella la amaba como se le ama a una hermana, Laura para calmarla cacareaba un poco.  Cuando Verónica la vio, dijo de inmediato:  A Laura la picó un alacrán, le voy a dar café con alcohol, mientras dale pedacitos de este ajo.    Laura se dejaba cargar, por primera vez toqué sus plumas, su piquito, le acaricié la cabecita y mirándola a los ojos le dije:  Ay querida, lo bueno es que naciste de un cuento y no puedes morir.
Vero le dio aquel brebaje y me dijo:  Ahora muevele las patas pa´que se desentuma.  Así comenzó una terapia física de varios días, ejercitamos sus patas y alas para que volviera a su vida normal y así lo hizo, por mucho tiempo Laura correteó a Mila hasta conseguir que le perdiera el miedo a las gallinas.
Un día, de la nada, Laura desapareció... sucedió así, de repente, ni una pluma dejó para tener un recuerdo que mostrarles... Lo que les cuento es verdad, un día la gallina de un cuento que amo y se llama "La vida íntima de Laura"  vino a vivir a mi casa y luego volvió a su cuento.


Aquí el cuento de Clarice Lispector.
"La vida íntima de Laura"